Niñatos… y niñatos

Isla-CristinaMe pasan esta carta de Monseñor Agrelo, Arzobispo de Tánger (Marruecos), en relación con las recientes violaciones de dos niñas por parte de sendos grupos de menores. Describe la verdad de forma descarnada pero incontestable. Esa es la cruda realidad de esta sociedad hipócrita, torpe y ciega para reconocer el monstruo que está creando. Don Santiago Agrelo se lo cuenta mejor: 

Supongo que mucha gente se sentiría más a gusto si de los agresores de Baena y de Isla Cristina –trece violadores para dos niñas- se pudiese decir que son ‘rumanos’, ‘gitanos’, ‘negros’, ‘hijos de familias desestructuradas’, ‘jóvenes procedentes de ambientes marginales’, ‘drogadictos’, ‘sudakas’, ‘moros’ o ‘curas’. Dado que esos no estaban allí para cargar con el escarnio, había que señalar otra categoría de perfil despreciable, y nos pareció apropiada la de “niñatos”, neologismo que parece definir niños viciados, depravados, perdidos, practicantes precoces de “violencia de género”. Al llamarles «niñatos», hemos bosquejado la imagen de unos chicos que nada tienen que ver con nosotros, y que, siendo lo que son, no es tan inexplicable que hayan podido hacer lo que han hecho.

Inventamos palabras para ausentarnos de lo que no nos gusta y negar lo que nos supera, pero la realidad es que estamos hablando de adolescentes a quienes entre todos hicimos a nuestra imagen y semejanza. Huiremos, pero no dejaremos de ser el árbol en que han madurado esos frutos amargos. Por mucho que lo intentemos, no podemos olvidar que esos trece muchachos han aprendido de nosotros a jugar con el sexo, a despreciar la ternura, a ignorar la compasión, a vejar la dignidad del otro, a profanar sus lágrimas, a idolatrar el poder, a humillar a los indefensos. En la hora de las promesas engañosas, a todos prometimos libertad sin fronteras: “Deja de preocuparte. Disfruta de la vida”. Ahora, en la hora de la verdad, sólo les ofrecemos la cárcel.

Hay niñatos y niñatos. El del diccionario es un “ternero que se encuentra en el vientre de una vaca muerta”. Mucho me temo que para éste, nuestra sociedad reclamaría atención y cuidados más cuerdos de los que parece dispuesta a exigir para sus propios hijos.

+ Fr. Santiago Agrelo

Arzobispo de Tánger

 

Sacramentos laicos

3373042283_4cfc396114_mEl nuevo ídolo o más de lo mismo

Los enemigos de la religión han advertido que en el ser humano existe una vocación constitutiva hacia la trascendencia, han advertido que la fe forma parte indisoluble de la naturaleza humana y que, por lo tanto, cualquier intento de extirparla de la naturaleza humana es empresa inviable. De modo que han variado su modus operandi, confirmando aquel aserto de Belloc que nos advertía sobre las nuevas herejías, que no se dedican a negar tal o cual dogma, sino a falsificarlos todos. Ya no se trata de negar la religión, sino de crear sucedáneos que ocupen el sitio de la religión, adulterando sus dogmas y usurpando sus ritos. No es, desde luego, una estrategia nueva: idolatrías que se proponen o imponen como remedos de la religión las ha habido a porrillo, desde el Leviatán hobbesiano hasta aquel ridículo culto a Clotilde de Vaux que se inventó el pobrecito Comte. Por supuesto, el fin de todos estas idolatrías acaba siendo siempre es el mismo, pues allá donde se sustituye a Dios por un idolillo acaban creciéndole al idolillo cuernos y rabo; y como la querencia sobrenatural del ser humano es irrefrenable, allá donde lo divino es escamoteado acaba colándose de rondón y después paseándose como Pedro por su casa lo demoníaco. Así ha sido siempre y así seguirá siendo, hasta el Fin de los Tiempos.

        En esta fase de la Historia el idolillo con el que se pretende falsificar la religión es la Democracia, que ha dejado de ser una forma de gobierno (muy plausible, cuando no degenera en demagogia) para convertirse en una especie de Sustancia Inefable que los politiquillos y sus corifeos nombran con obstinación de maniáticos en sus discursos o pedriscos de consignas, venga o no venga a cuento. Ahora estamos en un momento en que la gente empieza a creer que sin Nuestra Señora la Democracia nada existiría, ni siquiera la vida sobre el planeta; y que si los hombres tenemos derecho a existir es porque Nuestra Señora la Democracia nos lo reconoce (aunque cada vez imponga condiciones más estrictas). En este sentido debe interpretarse esa ceremonia o aquelarre que organizaron en el Ayuntamiento de Madrid, a imitación de un bautizo, en el que se pretendió representar la «acogida a la ciudadanía» de un niño. Puesto que la inscripción en el Registro Civil identifica al recién nacido, le reconoce una filiación y le brinda una nacionalidad, ¿a qué se referían los oficiantes de la ceremonia o aquelarre cuando hablaban de «acogida a la ciudadanía»?

Eliminar lo trascendente

Se referían a una falsificación religiosa, oficiada ante el idolillo de la Democracia. La inscripción en un registro es un mero acto administrativo que no pretende falsificar un sacramento; pero la mera inscripción en un registro no colma los anhelos más profundos de los hombres, que son siempre de naturaleza religiosa (y no olvidemos que la fe religiosa tiene una vocación vertical, ascendente, pero también una vocación horizontal, comunitaria). Para colmar fraudulentamente esos anhelos no satisfechos, se inventan pacotillas seudorreligiosas de la más variada laya: empezaron rellenando la frialdad de las bodas civiles con lecturas grotescas de El Cantar de los cantares y homilías municipales y espesas que hubiesen ruborizado a fray Gerundio de Campazas, siguen con esta parodia de los bautizos laicos y terminarán instituyendo primeras comuniones laicas, confirmaciones laicas, hasta extremaunciones laicas donde los moribundos reciban, a modo de viático eutanásico, una sobredosis de morfina. La entronización de los sacramentos laicos planteará, sin embargo, pavorosos conflictos de competencias entre Estado, Autonomías y Ayuntamientos, que juntos forman la mal avenida Trinidad Democrática. En evitación de tales conflictos, debería constituirse con urgencia un Alto Comisionado de Sacramentos Laicos.

FUENTE: Juan Manuel de Prada en ABC.

Renovación de la consagración de España al Corazón de Jesús

El próximo 21 de junio, domingo, España va a renovar su consagración al Sagrado Corazón de Jesús, festividad que se celebra, este año, el viernes, 19. El acto tendrá lugar, con una celebración eucarística, en el Cerro de los Ángeles de Madrid; el mismo lugar en que, 90 años atrás, S. M. Alfonso XIII pronunciase la consagración de España en presencia de la jerarquía de la Iglesia.

Que el Corazón de Jesús reine en España y en nuestros corazones por siempre.  

Somos la Iglesia Católica. Bienvenidos a casa

Genial este vídeo norteamericano sobre lo que es, hoy en día, la Iglesia Católica. Sin complejos y con rotundidad, lejos del poscristianismo que atenaza y sojuzga a la vieja Europa. Al final, siempre terminamos copiando a los americanos. Espero que, por fin, llegue aquí de nuevo esta «moda» que nosotros les llevamos en un lejano 1492. God bless them.

Cuento para mayores, sin receta

Farmacia2Extraordinario, como siempre, Enrique Monasterio desde su Pensar por Libre. Ahí se lo dejo.

Catalina está un poco embarazada, casi nada en realidad. Su embarazo es tan pequeñito que casi no es embarazo. En un embarazo a lápiz, en papel borrador, que se va como ha venido. Además tampoco lo sabe seguro, porque la cosa fue ayer mismo.

Catalina tiene 15 años y va a la farmacia con frecuencia. Antes compraba regaliz y clerasil para los granos. Hoy comprará un antiácido, que no necesita receta, porque la lógica ansiedad del evento le ha generado un poquito de hiperclorhidria, y pedirá también un antibiótico para el flemón. El flemón es casi tan pequeño como su embarazo, pero para ése sí que lleva una receta que le dio el dentista.

        Luego pedirá la píldora “porsiacaso” —así la llama su amiga Loli—, que vale 20 euros (Loli no, la píldora). Loli vale mucho más, porque su padre tiene pasta por un tubo y ha comprado varias píldoras (su padre no, Loli) para no tener que ir a la farmacia después de estar con Manolo. Catalina supone que “porsiacaso” no es el nombre auténtico del medicamento, pero Nieves, que es una farmacéutica superguay, se lo aclarará.

        Catalina está nerviosa pero contenta. Gracias a la nueva píldora será más libre cuando esté con su primo Borja. Además le han explicado en el cole que mientras el embrión no anide te lo puedes quitar, porque es como si no existiera. Y la anidación sólo ocurre unos días más tarde.

        Cuando la profe lo dijo en clase, Richi, que es un bocazas medio tonto, contestó: “Eso es como decir que hasta que el niño no esté en la cuna no es niño y te lo puedes cepillar”. Catalina se mosqueó y dijo que “no es lo mismo Richi, qué bruto eres”; pero todos se rieron porque ya sabían lo de ella y Borja.

        Catalina llega a la farmacia, pero como hay una vieja (lo menos tiene 40 años) comprando, pide primero el almax para la acidez y el augmentine que le ha recetado el dentista. La farmacéutica se lo trae todo y le pregunta: “¿quieres algo más, guapa?”.

Como la vieja no se acaba de ir, Catalina aprovecha para pesarse y comprobar que los tres helados que se tomó con los coleguis le han engordado casi medio kilo. Se va la vieja, y entonces dice: “ah, se me olvidaba. También quiero…, la píldora esa… pa después, ¿mentiendes…?

        Nieves la mira de arriba a abajo y le pregunta si es para después de comer o para después de ponerse ciega de cocacola con güisqui. Catalina se mosquea y le dice que ya sabe ella de qué está hablando y que tiene derecho a la píldora comosellame. Entonces Nieves le responde que en su farmacia no se despachan abortivos aunque venga la ministra con una pistola; que a lo hecho pecho, y que se lo piensa decir a su padre (al de Nieves no, al de Catalina) para que se entere de lo que hace la niña.

        Catalina se marcha con un mosqueo considerable y va en busca de otra farmacia alejada de su casa donde no la conozcan. Al fin la encuentra y le dan la famosa píldora. ¿Sólo una?, pregunta la niña. El boticario se le ríe a la cara y le dice que para qué quiere más. “¿Es que te dedicas a eso? ¿Eres una profesional?”

Catalina se ha tomado la píldora con un vaso de Coca-cola light. Ella habría preferido una copa de Baylis, que es dulce como un caramelo y, con un poco de hielo, te pones la mar de contenta, pero es que el alcohol no se lo venden ni con receta.

        Por la noche piensa que ya puede estar tranquila; que la cosa no ha tenido importancia, porque además lo más probable es que no estuviera embarazada. Y si lo estaba era un embarazo muy pequeñito, y el embrión no había tenido tiempo de anidar. O sea que Nieves es una exagerada, pero no le dirá nada a papá. Y si se lo dice, que se lo diga. Porque ella tiene sus derechos, que se lo ha oído a una ministra muy mona que hay ahora.

        Catalina se mete en la cama. Siempre ha rezado tres avemarías, pero hoy le da cosa y no reza nada.

        Apaga la luz y se pone a llorar como cuando era muy pequeña y no podía dormir sola.

No se lo digas a mamá

marilo-monteroExtraordinario artículo este que me llega, y que publicó el Diario de Sevilla hace un par de meses. Su autora es la periodista Mariló Montero, esposa del -también- conocido locutor de radio, Carlos Herrera, que en esta ocasión opina como madre de una adolescente.

Me gustaría saber la identidad de los nueve expertos en los que la ministra Bibiana Aído se escuda para defender que una niña de dieciséis años puede abortar sin consultar con sus padres. Me gustaría saber de qué son expertos y si son padres y madres. Me gustaría saber en qué se fundamentan para decir que dejar tan dramática decisión en manos de una adolescente aterrada es lo mejor para ella. Me gustaría saber si se han parado a pensar que esa criatura, tras mantener una relación sexual precipitada, va a empezar a sufrir lo que la literatura científica ya ha diagnosticado ante un aborto.

El síndrome de aborto reúne quince síntomas psicológicos que van desde la angustia al sentimiento de culpabilidad, la ansiedad, los terrores nocturnos, la depresión, los trastornos de alimentación o de la vida sexual. Síntomas que pueden llegar a aparecer, dicen los psicólogos de la Asociación de Víctimas del Aborto, incluso años después de haber abortado.
Me gustaría saber con qué valor lanza la joven ministra Aído, con una sonrisa, como quien anuncia un anticonceptivo novedoso, que una niña de dieciséis años está tan capacitada para abortar como para casarse.

Una niña de dieciséis años no está capacitada para abortar ni para casarse, por mucho que se esté normalizando lo que son parches en la vida.

Una cosa es que lo haga y otra bien distinta la sacudida que la vida le da a una adolescente casada, quien sale adelante gracias a los apoyos de la familia. Me gustaría saber quién le va a informar a una adolescente de dieciséis años de que si se queda preñada puede abortar sin decírselo a los padres y también en quién se va a apoyar ante semejante circunstancia.

¿En la mamá-administración, o en su mejor amiga, con la que intercambia los vaqueros e inventa en su habitación coreografías de Beyoncé? Me gustaría saber si esos expertos conocen lo que es ser padres y las complicaciones a las que nos enfrentamos para conquistar la confianza de nuestros hijos en la difícil adolescencia.

Me gustaría saber el protocolo de actuación que se llevará a cabo cuando una niña de dieciséis años acuda al centro para abortar y cómo será tratada. Me gustaría saber qué pretenden con esta propuesta de ley, que autoriza a que se rompa la confianza entre hijos y padres. Y me gustaría saber qué se pretende de los padres el día que nuestra hija decidiera abortar en soledad. ¿La recibimos con un aplauso? ¿Le damos sopa caliente? ¿Le preguntamos si llegó a ponerle nombre? ¿O quién habría sido el padre? ¿Debemos obviar el tema, o celebrarlo con una barbacoa? ¿Trae esas instrucciones la nueva reforma de la ley del aborto? Una cuestión más: ¿meterán en la cárcel a una madre que le discuta esa decisión a su hija adolescente? O es la ley del «no se lo digas a mamá porque no la necesitas». Señorita Aído, me gustaría saber si mi hija ha abortado sola. Porque soy su madre.

Un testimonio más sobre la aberrante y esquizoide pretensión de que una niña de 16 años pueda abortar sin consentimiento paterno, pero no pueda ir a buscarle una cajetilla de tabaco al bar de la esquina. Así nos va…

Una campaña en TV vuelve a llenar las iglesias de Estados Unidos

wubwryqco98l8n3dCerca de 92.000 católicos regresan a la práctica religiosa en la diócesis de Phoenix gracias a unos anuncios televisivos. Se apostó por la  profesionalidad, y los resultados han desbordado todas las previsiones.

Novedosa, rompedora, alejada de viejos estereotipos y tremedamente eficaz. Así es «Catholics come home» («Católicos, volved a casa»), la campaña publicitaria que se puso en marcha en la diócesis norteamericana de Phoenix hace un año y de la que se acaban de publicar las conclusiones. En estos doce meses, más de 25 parroquias se han visto en la necesidad de poner en marcha programas de «acogida» para católicos no practicantes que deseaban volver a la plena comunión. Además, en nueve de estas iglesias se incrementó en un 22 por ciento la asistencia a las misas de los domingos, mientras que la media de toda la diócesis fue de un 12 por ciento.
La campaña
En la página web http://www.catholicscomehome.org se encuentran col-gados los tres anuncios publicitarios que ya han sido visitados por medio millón de personas de más de 80 países de todo el mundo. Uno de ellos, que se ha emitido en cadenas locales de televisión y en las parroquias de la diócesis, muestra a varias personas contemplando en una pantalla de cine hechos pasados de su vida que les mueven a la gratitud o al arrepentimiento. «Jesús puede curar tus recuerdos y perdonar tu pasado si aceptas su misericordia. Puedes, realmente, ser liberado de la adicción al pecado y encontrar, finalmente, la paz», reza la voz en off del narrador. «Confía en el Señor y encuentra esperanza, perdón y una vida más abundante y para siempre. Visita http://www.catholicscomehome.org», concluye el anuncio. Otro de ellos recoge los testimonios de numerosas personas que han regresado a la fe después de varios años. «He vuelto a la Iglesia católica, que es a la que pertenezco», afirma orgullosa una de ellas. El tercer anuncio se hace eco de toda la labor caritativa y espiritual que desarrolla la Iglesia: «Durante siglos hemos estado rezando por ti y por el mundo, a cada hora del día, durante la celebración de la eucaristía», afirma el narrador.
Los frutos
La agencia americana CNS recoge el testimonio de Ryan Hanning, coordinador de la evangelización de adultos de la diócesis de Phoenix: «Es emocionante ver los frutos que continúan creciendo por esta campaña». Y es que, según Hanning, se calcula que alrededor de 92.000 católicos inactivos han regresado a la práctica religiosa en apenas un año gracias, en gran medida, a la campaña publicitaria. El propio obispo de la diócesis, monseñor Thomas J. Olmsted, presta su imagen para invitar a los más reticentes: «Para todos aquellos que han abandonado la práctica de su fe, quiero hacerles llegar el mensaje de que estamos deseando que regresen a casa».
Por todo el país
Ante el éxito de la campaña, una docena de obispos de los Estados Unidos han manifestado su interés por lanzarla en sus diócesis. Después del verano, y a lo largo del año 2010, está previsto que los anuncios sean emitidos en canales de televisión de cobertura nacional. «Dondequiera que hayan pasado estos últimos años, todos esos católicos alejados pueden regresar a casa», señala Hanning. Y es que, como reconoce el promotor, «nunca pensé que recibiría miles de correos electrónicos de gente diciéndome: “Estoy orgulloso de ser católico”».
Por un millón  de dólares
Numerosos donantes y fundaciones católicas han puesto el millón de dólares necesario para lanzar la campaña. Pero, para Tom Peterson, uno de los promotores de la idea, es dinero bien invertido. «Esta campaña tiene la capacidad de recristianizar a nuestra sociedad», asegura.

FUENTE: Álex Navajas en La Razón.

Los riesgos del populismo punitivo

excavadoras_remueven_vertidos_finales_eneroLos padres de la joven Marta del Castillo, al igual que los de la pequeña Mari Luz asesinada en enero de 2008 por un pederasta reincidente no convicto, se han convertido en abanderados de una campaña encaminada a lograr el endurecimiento de las penas que se aplican en España a determinados delincuentes.

Nada más natural que un padre clame justicia ante la muerte de una hija. A lo largo de estos meses los hemos visto recoger firmas, encabezar manifestaciones y mantener encuentros con el Gobierno y el principal partido de la oposición. Sus causas, motivadas en un primer momento por el desasosiego ante la desaparición de las víctimas, han derivado en auténticos fenómenos sociales, mediáticos y políticos catalizadores de cambios legislativos.

Juan José Cortés, padre de Mari Luz, solicitó el endurecimiento de las penas para los pederastas reincidentes y logró que el Gobierno reformara el Código Penal. Antonio del Castillo reivindicó ayer al presidente del Ejecutivo que se incluya el término cadena perpetua en el Código Penal para asesinatos, violencia sexual y pederastia, y que se acometa, para ello, una reforma de la Constitución a través de un referéndum. La solicitud no ha sido aceptada, pero Zapatero se ha comprometido a informarle de todas las medidas que contempla la reforma del Código Penal.

Miembros del Gobierno, y en particular la vicepresidenta Mª Teresa Fernández de la Vega, no tuvieron reparo en reconocer, hace unos meses, que la modificación que convierte nuestro código en el más duro de la democracia tiene relación directa con “acontecimientos que conmocionaron la opinión pública”.

Incluso, algunas de las medidas ‘estrella’, como el endurecimiento de penas y la libertad vigilada posterior a la cárcel para terroristas, agresores sexuales y pederastas, se presentaron al público después de que el padre de Mari Luz fuera recibido en La Moncloa por el presidente Zapatero.

Es una muestra de populismo punitivo: este fenómeno cada vez más frecuente alimenta el convencimiento de que las patologías sociales pueden ser resueltas mediante la aplicación del sistema penal. Las reformas y contra-reformas penales llevadas a cabo en España durante la última década representan el paradigma local de este tipo de estrategias de gobierno.

Víctimas y legisladores

El asesinato de Marta del Castillo contiene los elementos idóneos para un debate: la edad de la menor y su pertenencia a una familia media con la que se puede identificar buena parte de la sociedad; el morbo del crimen, la implicación de menores que han dado muestras de tener sangre fría hasta la implicación simulada en tareas de rescate; el desestructurado entorno familiar del asesino confeso y el efecto que éste haya podido producir en su personalidad; la posible definición (y utilización política) del caso como violencia doméstica; el papel de las redes sociales en la relación entre víctima y agresor y en la difusión del caso a terceros, incluidas las televisiones; el desconocimiento de los padres sobre la vida social de los hijos. Realmente, como luce en las chapas, “Todos somos Marta”.

Es razonable que delitos tan execrables como los mencionados pongan de relieve las deficiencias del sistema y lleven a reclamar mejoras. Pero cabe preguntarse si es igualmente razonable que el Código Penal cambie a golpe de sucesos y, si toda la culpa es achacable a las limitaciones de la justicia, y no a otros factores.

Los expertos alertan sobre los riesgos de este tipo de medidas. Según el profesor de Derecho Penitenciario de la Universidad Pontificia Comillas, Julián Ríos, “se mezclan las ansias de calmar a una opinión pública desinformada y una percepción tendenciosa del Derecho Penal por parte de los ciudadanos, que gracias a los programas de telebasura creen que todo se arregla con más cárcel. Los políticos son inteligentes y adoptan medidas urgentes para dar lo que la gente les pide”.

El profesor de Derecho Penal de la Universidad de Málaga y miembro del Grupo de Estudios de Política Criminal Octavio García Pérez considera que “las reformas penales no se pueden dejar a las víctimas porque están tan inhabilitadas como los criminales”. “Las leyes no se pueden hacer con un cadáver sobre la mesa porque se pierde la objetividad para seguir la lógica del linchamiento. A las víctimas, lo que hay que ofrecerles es una buena indemnización, ayuda psicológica, servicios sociales…, pero nunca dejar en sus manos la política criminal”.

Carencias educativas

De alguna manera, el asesinato de Marta del Castillo y todas las circunstancias que lo rodean, es un fruto amargo de la deriva de nuestra sociedad. Es el Frankenstein que hemos creado entre todos, dando a los adolescentes una autonomía como si fueran adultos y sin educarles para que sean capaces de asumirla.

La solución del parche no es eficaz ni en el ámbito sexual, ni en el educativo, ni en el judicial. Como dice el juez de menores Emilio Calatayud, si un joven es capaz de cometer tal delito, es porque “ha fallado todo: su educación, la escuela y su familia”.

Y esto reclama un análisis serio, sosegado, al margen de populismos aprovechados políticamente. Y medidas sociales y educativas que permitan recuperar la autoridad de padres y profesores, formar en la afectividad a los jóvenes, enseñarles a ocupar su tiempo libre, a respetar al otro sexo, a asumir las consecuencias de su libertad.

¿Cómo lograr esto en un sistema que permite las relaciones sexuales a partir de los trece años, que insiste en el uso del preservativo como talismán contra los embarazos y las enfermedades de transmisión sexual y baja la edad para abortar sin consentimiento paterno a los 16 años?; ¿un sistema que permite pasar de curso sistemáticamente con asignaturas pendientes hasta el bachillerato?, ¿un sistema donde hay un divorcio cada cuatro minutos y donde aumentan peligrosamente las denuncias por maltrato?

Asumámoslo. Las carencias educativas tienen costes sociales. Más que castigar con mayores penas el mal uso de la libertad que hemos generado, deberíamos ir pensando que es más útil -más trabajoso también–, formar en la libertad responsable. Quizá consigamos, de paso, ser todos más felices.

FUENTE: Cristina Abad Cadenas en Aceprensa.

Los católicos y la política en este momento

000653081Debo decir, de entrada, una obviedad y me excuso por ello. El voto católico es plural, lo que no puede confundirse con la diáspora, es decir que aquella pluralidad tiene límites relacionados con tres puntos concretos: la coherencia con la fe profesada, el rigor moral, en el sentido de la capacidad de discernir lo necesario, lo bueno y lo justo, y algo muy importante y olvidado, la capacidad de juicio cultural a partir de la fe

La doctrina social de la Iglesia establece toda una concepción que hoy es de hecho la única visión global alternativa a los poderes establecidos, en el sentido que no se ajusta plenamente a ninguno de los discursos políticos (y por lo tanto y siempre, económicos) dominantes. No se ajusta al liberalismo, ni tampoco al liberal socialismo, al radical liberalismo y, algo que no existe en España, a la socialdemocracia. Por una u otra razón el encaje nunca es muy bueno, por un exceso de estado y un defecto de subsidiariedad, por un olvido de los perdedores, de los más débiles, por razones diversas. Pero esta discrepancia  tiene una importancia no determinante en el sentido de que ningún sistema político va a expresar nunca de una manera adecuada la proyección social de la Iglesia. 

Asumida esta realidad, es necesario insistir en otra: que no se logre el óptimo no puede llevar a desistir de la necesidad de progresar hacia él. Por consiguiente, la primera característica de los católicos laicos debería ser la existencia de una tensión creadora para traducir la doctrina social de la Iglesia en proyectos políticos concretos, puntuales, sectoriales, globales, pero concretos, que continuamente tensionados por la búsqueda razonable de la excelencia personal y social. Esto tiene mucho que ver con la “minoría creativa” a que se refiere el Papa, y poco con un simple juego de listas y etiquetas electorales sin más. Al pueblo católico en España y a buena parte de sus dirigentes les falta madurez política y cultural (entendida esta última no obviamente en términos de formación personal, sino de cultura política)

 
El Papa Benedicto XVI ha reiterado una línea roja que debe centrar nuestra atención. (1) La defensa de la vida desde su concepción hasta la muerte natural, el rechazo a que puedan existir vidas indignas de ser vividas. (2) El matrimonio como institución fundante de la sociedad, basado en la unión entre un hombre y una mujer, que da lugar a la paternidad, a la maternidad y a la filiación, que constituye la red primaria fundamental de la sociedad civil, donde se educa a la persona y que el resto de sociedad, empezando por la escuela, debe ayudar. (3) Consecuentemente, el derecho de los padres a la educación moral y religiosa de sus hijos, sin intromisiones del Estado, y como derivada de ello, la libertad de enseñanza en igualdad de condiciones para todos, de manera que no pueda existir discriminación económica en función de si se opta por uno u otro centro.
 
Al hilo de las declaraciones pontificias cabe añadir un cuarto eje relacionado con la actual crisis económica y social, que también es moral.  El Papa ha afirmado que ella es “una oportunidad que la Iglesia debe aprovechar”. Los católicos laicos que nos movemos en un ámbito personal y social debemos preguntarnos y responder cómo vamos a dar sentido a esta oportunidad. El Papa ha dicho más: “El gran desafío y oportunidad, que la preocupante crisis económica del momento invita a saber aprovechar, consiste en encontrar una nueva síntesis entre bien común y mercado, entre capital y trabajo”. 

Una vez más aparece la tensión creadora y también el subrayado de que debemos prestar mucha mayor atención y capacidad de respuesta al plano económico y social. Defender la vida, el matrimonio y la familia, el derecho a educar de los padres, no puede excluir, todo lo contrario -porque de hecho hay profundas relaciones entre todo ello- a una mayor y mejor respuesta social y económica. El Papa apela “a la voluntad común de dar vida a una nueva cultura de la solidaridad y de la participación responsable”. Es toda una invitación que hay que saber desarrollar.

 
Bien, vale, ¿pero de las elecciones y el voto qué? A reserva de mayores precisiones, creo que de lo dicho se pueden deducir algunas cosas. Primera, no puede existir un “partido católico”, y lo óptimo sería la multiplicidad de partidos que compartieran un fundamento cultural cristiano. Esto significa que, en cualquier caso, en todas las opciones es necesario trabajar en el seno de la sociedad y desde la Iglesia para construir un proyecto cultural cristiano. El ejemplo italiano debe ser una fuente de inspiración, aunque ningún caso puede caerse en la simplificación de intentar una simple copia. 

En el plano directamente político creo que es necesario trabajar para dar forma con la mayor amplitud posible a un movimiento social, cultural y político que nazca de la capacidad de trasladar los principios de la doctrina social de la Iglesia a proyectos concretos. Es a partir de esta tarea que puede tener sentido la orientación del voto católico. Este movimiento ha de ser capaz de acabar incidiendo en la política de las instituciones y por consiguiente en la vida electoral. Las vías que para ello dispone son más de una y solo la maduración del proceso puede señalar cual es la más adecuada.

 
Puede transformarse directamente en un partido político, solución solo viable si antes consigue alcanzar como movimiento social y cultural una dimensión importante. La etiqueta de partido no resuelve por sí sola nada, como lo demuestran la multitud de siglas sin apenas respaldo electoral que existen. El partido no es nada más que la concreción de un estado de opinión previo organizado, que cuenta con seguidores y votantes potenciales, líderes naturales y un mínimo de medios económicos razonables para afrontar el reto electoral. Un partido tampoco nace de unas pocas reivindicaciones sectoriales, sobre todo si estas no poseen la fuerza como por si solas condicionar decisivamente el voto. La mayoría de personas asumen diversos relatos en el momento de votar, con todos lo matices que se quiera. 

Una segunda opción es la del movimiento que utiliza la posibilidad de entrar en lugares escogidos en el terreno electoral, mediante la asociación de electores. Sin duda este es un instrumento adecuado en el plano local y posiblemente en el autonómico, pero en general es válido a todo tipo de elección. 

La tercera vía es que el movimiento acabe articulándose con un partido que ya exista, dotado de representación parlamentaria, en condiciones que permitan  revitalizarlo, dotarlo de mayor contenido, redundarlo en buena medida, a partir claro está de las posiciones que este partido ya tiene ganadas. En este caso se trata de practicar una simbiosis creativa, donde las dos partes obtienen un mutuo beneficio. Por una parte un proyecto político que sin ser perfecto está más acorde con lo que necesitamos, por otra el reforzamiento de aquella opción política: ganar sin perder.

 
Para que todo esto sea posible es necesario avanzar en más cuestiones. Una es moderar la disgregación católica por razones doctrinales; de adscripción a distintas experiencias organizadas de fe que se excluyen entre si innecesariamente; por orientación socioeconómica “liberales” y “socialistas” simplificando; por sentimientos nacionalistas “periféricos” y “centrales”. Mientras impere tal disgregación el resultado es la debilidad. Y si uno es débil cualquiera de las tres vías resulta impracticable. La otra es pensar que la responsabilidad es sólo de “los otros”, sean estos quienes sean. Si políticamente en España estamos como estamos, alguna parte de responsabilidad será nuestra, digo yo. Pues bien, identificar en que consiste este fallo será el camino para enmendarlo.
FUENTE: Josep Miró i Ardèvol en ForumLibertas.com.

El feminismo que necesita nuestra época

Christina Hoff Sommers hoff_sommers
es investigadora del American
Enterprise Institue y antes fue
profesora de filosofía en
Clark University (Massachusetts).
Es autora del libro
La guerra contra los chicos.

En gran medida, el feminismo ha triunfado en Occidente. Aunque subsisten algunas discriminaciones, el progreso ha sido enorme. Sin embargo, en el movimiento feminista convencional abunda el tono catastrofista trufado de ideología de género, según dice la filósofa norteamericana Christina Hoff Sommers en una conferencia de la que ofrecemos un extracto. Hoff Sommers propone cambios para que el feminismo deje de ser un cenáculo dominado por radicales y se abra a las aspiraciones reales de la mayoría de las mujeres.

A mi juicio, el movimiento feminista contemporáneo está perjudicando la noble causa de la emancipación de las mujeres al menos de tres modos. Primero, tiene una visión muy negativa de los hombres; segundo, exagera desaforadamente la opresión que dice sufren las mujeres norteamericanas; y tercero, se adhiere dogmáticamente a la idea de que hombres y mujeres son esencialmente iguales.

De admirada a traidora

Hasta los noventa, yo era una profesora feminista bien situada. Me invitaban a intervenir en congresos feministas y me pedían que revisara artículos para una publicación de pensamiento feminista. Mis cursos en la Clark University estaban incluidos en el plan de la especialidad de Estudios sobre la Mujer. Todo cambió cuando en 1994 publiqué un libro titulado Who Stole Feminism? El libro era totalmente feminista, pero rechazaba la idea de que las mujeres americanas estuvieran oprimidas.

Sostenía que el feminismo había logrado la mayor parte de sus objetivos, que en los años noventa las mujeres americanas se contaban entre las más libres del mundo. Ya no era muy razonable afirmar que estaban mucho peor que los hombres. Sin duda aún había desigualdades, pero decir que la sociedad americana era un “patriarcado” o que las mujeres americanas eran ciudadanos de segunda clase, era francamente absurdo.

Cuando apareció el libro, algunas feministas destacadas se mostraron de acuerdo conmigo; incluso recibí algunas felicitaciones, pero no muchas. En general, el establishment feminista estaba indignado y me prodigó sus críticas por mis herejías. Muchas líderes y escritoras feministas estaban convencidas de que Estados Unidos era un patriarcado opresivo. No aceptaron mi llamada a la moderación. Hubo quienes me llamaron reaccionaria, traidora a mi género, enemiga de las mujeres.

El feminismo de la igualdad

No es mi intención alentarles a condenar aquel feminismo clásico que consiguió para las mujeres el derecho al voto, la igualdad de oportunidades en la educación y muchas otras libertades. Soy una defensora apasionada de ese estilo de feminismo, que denomino feminismo de la igualdad. Este feminismo quiere para la mujer lo que quiere para todos: un trato justo, respeto, dignidad. Promueve la armonía y la buena voluntad entre los sexos y puede contribuir a que en el mundo haya más cordura, felicidad y ética.

El feminismo de la igualdad no es nuevo: tiene sus raíces en la tradición política del liberalismo clásico que surgió en la Ilustración europea. Fue el liberalismo clásico el que inspiró la primera ola del feminismo en el siglo XIX, que obtuvo el derecho de voto para la mujer. El liberalismo clásico inspiró también la segunda ola de los años sesenta y setenta, que logró nuevos avances de las libertades y oportunidades de las mujeres. El feminismo de la igualdad ha sido sin duda un gran éxito en Estados Unidos.

Las mujeres americanas están prosperando. Por poner solo algunos ejemplos tomados de la enseñanza superior: hoy las mujeres obtienen el 57% de las licenciaturas, el 59% de los títulos de máster y el 50% de los doctorados. En todos los grupos raciales y étnicos estudiados por el Departamento de Educación norteamericano, las jóvenes están superando a los varones.

¿Es todo perfecto para las mujeres? Ciertamente no; pero tampoco para los hombres. El hecho es que se han ganado las batallas más importantes por la igualdad de oportunidades y de trato para las mujeres americanas. Es verdad que aún no tienen resuelto el problema de conciliar familia y trabajo; que no sabemos cómo hacer para que más mujeres jóvenes se interesen por entrar en la política o en campos como matemáticas, informática o ingeniería.

Pero en general, las mayores batallas pendientes del feminismo de la igualdad en el siglo XXI no están aquí, sino en países donde las mujeres están siendo realmente oprimidas. Hay muchos lugares del mundo, especialmente en Oriente Medio y África, donde las mujeres no han conocido aún una brisa de libertad, mucho menos dos grandes olas de liberación. Creo que la liberación de la mujer en los países en vías de desarrollo será la principal lucha por los derechos humanos en nuestro tiempo

El feminismo victimista

¿Por qué, entonces, despierta tanta oposición mi postura y la de otras feministas de la igualdad como Camilla Paglia, Daphne Patai o la desaparecida Elisabeth Fox-Genovese?

Si uno oye a alguna conferenciante feminista, se matricula en un curso de introducción a Estudios sobre la Mujer o visita la web de algún grupo feminista, no encontrará muestras de satisfacción por los éxitos del feminismo de la igualdad, por las libertades y oportunidades de que hoy disfrutan las mujeres en Estados Unidos. Ahora la corriente dominante no es el feminismo de la igualdad, sino el “feminismo victimista”. Sus representantes no quieren oír hablar de logros de la mujer. Se centran en nuevos casos –a menudo inventados– en que la mujer se puede considerar oprimida o subordinada al varón. Cuando critico al feminismo contemporáneo, me refiero a esta modalidad.

Muchas activistas y académicas feministas están convencidas de que las investigaciones feministas han revelado y denunciado la existencia de un sistema sólido y poderoso con el que los hombres siguen dominando y oprimiendo a las mujeres: lo llaman el sistema sexo/género. Sandra Lee Bartky, profesora de filosofía de la Universidad de Illinois, parafraseando a la socióloga Gayle Rubin, ha definido el sistema sexo/género como “un complejo proceso por el que niños bisexuales son transformados en personalidades de género masculino o femenino, uno destinado a mandar, el otro a obedecer”. Cuando leí esta cita a mi marido, preguntó: ¿ahora qué sexo es el que tiene que obedecer?

El feminismo de género tiende a ver la masculinidad convencional como una patología y como el origen de muchos de los males del mundo. Pero la mayoría de los hombres no son unos brutos, ni unos opresores. Sin duda, algunos son unos despreciables neandertales por los que no tengo simpatía alguna. Pero confundirlos con la mayoría de los hombres es patentemente sexista. El feminismo contemporáneo escoge los casos extremos de masculinidad patológica y los considera como la norma en el hombre.

Datos inexactos

Paso a mi segunda objeción contra el feminismo de hoy: su temeraria indiferencia por la verdad. Para escribir mis libros examiné con cuidado algunas afirmaciones feministas muy difundidas sobre mujeres y violencia, depresión, trastornos alimentarios, igualdad salarial y educación. Me di cuenta de que la mayoría –no todas– de las estadísticas sobre víctimas eran, en el mejor de los casos, equívocas, y en el peor, completamente inexactas.

Voy a dar unos ejemplos de lo que encontré sobre el tema de la violencia doméstica en un conocido manual de derecho. Nancy Lemon, profesora en la Facultad de Derecho de la Universidad de California en Berkeley, es una autoridad en violencia doméstica. Es la editora de Domestic Violence Law, con dos ediciones (2001 y 2005), que la web de la Facultad de Derecho de Berkeley describe como “el manual imprescindible sobre la materia”.

Joan Zorza, que colabora en el libro, escribe que “entre el 20% y el 35% de las mujeres que acuden a las urgencias de los hospitales en Estados Unidos lo hacen por motivos de violencia doméstica”. Se trata de un tópico consolidado del canon feminista. Pero es falso. Hay dos estudios serios sobre los ingresos en urgencias: uno de la Oficina de Estadísticas Judiciales y otro de los Centros para el Control de Enfermedades. Los resultados de ambos indican que la violencia doméstica es un problema grave, pero está muy abajo en la lista de razones por las que las mujeres acuden a urgencias. De las mujeres atendidas en urgencias, aproximadamente el 0,5% van por lesiones causadas por violencia doméstica.

Lo que ayuda a las mujeres

Quizá ustedes piensen que, como la literatura feminista es amplia y compleja, no puede menos de haber algunos errores. Pero yo y otros investigadores no hemos encontrado “algunos errores”. Hemos encontrado una gran masa de información descaradamente falsa. Es más, las feministas que difunden estadísticas falsas creen que son ciertas. Esto ayuda a explicar su antipatía a críticos como yo, su alarma ante la masculinidad y su convicción de que las mujeres norteamericanas comparten las cadenas de la opresión con las mujeres de otros países como Afganistán.

¿Importa algo que en el núcleo del feminismo contemporáneo haya un gran cuerpo de datos cuestionables? ¿Importa algo que los líderes del feminismo en Estados Unidos piensen y digan tantas cosas desmesuradas? La respuesta es un sí rotundo. Primero, para las mujeres que verdaderamente están en riesgo de sufrir violencia o discriminación serían de gran ayuda investigaciones veraces y de calidad. La situación de las mujeres no mejora con política de género y exageraciones, por mejor intencionadas que sean. Las tergiversaciones casi siempre nublan las auténticas causas del sufrimiento y estorban los genuinos esfuerzos para prevenirlo. La verdad está del lado de la compasión.

En segundo lugar, las afirmaciones falsas, las hipérboles y las alarmas infundadas perjudican la credibilidad y eficacia del feminismo en general. El mundo necesita con urgencia un movimiento feminista ponderado, responsable y basado en la realidad. Por último, como profesora de filosofía y como persona que aprecia la racionalidad, la investigación objetiva y la integridad intelectual, me sigue consternando encontrar distinguidos profesores de universidad y prestigiosos editores que diseminan falsedades. Es una vergüenza.

Iguales pero diferentes

Puedo imaginar las protestas de algunos: “Usted ha encontrado un montón de estadísticas falsas, y estamos de acuerdo en que deberían corregirse. Y sí, hay algunas feministas que exageran. Pero ¿y las estadísticas exactas que muestran que las mujeres están lejos de la igualdad con los hombres en Estados Unidos? ¿No es verdad, después de todo, que una mujer con jornada completa gana aproximadamente el 76% de lo que gana un hombre? ¿No es cierto que en Estados Unidos sólo el 15% de los escaños en el Congreso están ocupados por mujeres? ¿No es verdad que las mujeres siguen estando subrepresentadas en lo alto de la jerarquía de las empresas, la ciencia y la tecnología?”

No niego nada de eso, pero no veo razón para aceptarlo ciegamente, lo que me lleva a la tercera razón por la que pienso que el feminismo actual ha tomado un giro errado. Las razones por las que existe una diferencia salarial y por las que hay más hombres que mujeres en ámbitos como la ingeniería o la física tal vez tengan poco que ver con discriminaciones u opresión, y mucho con que hombres y mujeres tienen –por término medio– diferentes preferencias en la vida. No descarto la posibilidad de que en algunos ámbitos persistan discriminaciones injustas –de hecho, estoy segura de que las hay–, pero existe también otra explicación, convincente y poderosa, para las diferencias que persisten.

Como feminista de la igualdad, acepto que hombres y mujeres puedan ser diferentes en su configuración psicológica y cognitiva. Aunque el ambiente y la socialización tienen mucha influencia, desde hace 30 años un creciente cuerpo de investigaciones en neurociencia, endocrinología y psicología sugiere que algunas diferencias de aptitudes y preferencias entre los sexos tienen base biológica.

Los hombres, por lo general, poseen mejores aptitudes mecánicas y espaciales; las mujeres les ganan en las verbales. En 1998 David Geary, psicólogo de la universidad de Missouri, publicó, bajo los auspicios de la Asociación Americana de Psicología, un resumen de la literatura existente sobre las diferencias sexuales, titulado “Masculino y femenino”. Tiene cerca de 50 páginas con notas al pie y artículos revisados por especialistas, según los cuales hay diferencias innatas. Esos estudios no tienen la última palabra, pero ciertamente no se puede ignorarlos o despreciarlos.

Si estos estudios son medianamente fidedignos, podrían explicar por qué las mujeres están mucho más inclinadas que los hombres a cuidar niños o a trabajar en campos como la enseñanza, la asistencia social, la enfermería o la pediatría, y por qué los hombres están ampliamente sobrerrepresentados en materias como la mecánica de helicópteros, la ingeniería hidráulica o la carrera militar. Quizá la madre naturaleza no obedece las reglas de la corrección política.

En una sociedad que reconoce la diferencia, sigue habiendo mucho campo para el feminismo de la igualdad. Al fin y al cabo, siempre habrá gran número de mujeres que se salen de los estereotipos, y no hay derecho a frenar su avance. Las feministas de la igualdad queremos ver más mujeres que sean presidentes de empresas, premios Nobel y pilotos de carreras. El feminismo de la igualdad vigila el cumplimiento del principio de igualdad de oportunidades para todos. Pero, a diferencia del feminismo de género, no insiste en la igualdad de resultados. Por el contrario, la igualdad de resultados –dadas las genuinas diferencias en las preferencias de hombres y mujeres– conduciría a un nuevo tipo de discriminación.

Por un feminismo inclusivo

En resumen, se puede reprochar al feminismo contemporáneo su irracional hostilidad hacia el hombre, su mal uso de datos y estadísticas y su incapacidad para tomar en serio la posibilidad de que hombres y mujeres sean iguales pero diferentes.

Sin embargo, me complace decir que en el feminismo contemporáneo hay cosas que me gustan mucho. [Hoff Sommers refiere aquí algunos ejemplos de proyectos feministas, como el llamado Equality Now, que luchan por el reconocimiento de los derechos de las mujeres en países del Tercer Mundo.] Hay, pues, mucho de valioso, responsable e incluso heroico en el feminismo contemporáneo. Pero si el movimiento en su conjunto quiere seguir siendo relevante y eficaz en la lucha contra la crueldad y la injusticia sexista, va a tener que cambiar. Tendrá que moderar su retórica contra los hombres, ser cuidadoso con la verdad y la exactitud. Finalmente, y tal vez más importante, debe convertirse en un movimiento inclusivo: tiene que ofrecer un lugar en su mesa a las mujeres conservadoras o moderadas.

En su libro Two Paths to Women’s Equality (1995), Janet Zollinger Giele, profesora de Brandeis University, explica cómo en Estados Unidos las mujeres no lograron el derecho al sufragio hasta que los grupos progresistas (dirigidos por Elizabeth Cady Stanton y Susan B. Anthony) se aliaron con mujeres conservadoras (dirigidas por Frances Willard, presidente de la Women’s Christian Temperance Union).

Unos pequeños grupos de feministas de izquierdas no van a conseguir derrotar el tráfico sexual, la mutilación genital femenina, las violaciones masivas en tiempos de guerra o las lapidaciones. La historia recordará su fracaso. Pero ¿qué ocurría si Equality Now siguiera el ejemplo de Stanton y Anthony y formara una alianza con mujeres moderadas y conservadoras, y aun con las creyentes tradicionales?

El establishment feminista actual tiende a tener una visión negativa de las mujeres con convicciones religiosas y centradas en la familia. Pero la historia enseña que tales mujeres tuvieron una importancia crucial en movimientos de liberación, desde el abolicionismo al sufragismo. Ellas podrían tener la clave del éxito en la organización de un movimiento internacional de mujeres eficaz. En primer lugar, son numerosas. En Estados Unidos hay diez millones de mujeres evangélicas. Muchas de ellas podrían ser movilizadas a favor de las causas tan nobles y humanitarias de Equality Now. Cuando se alíen con las fuerzas progresistas y conecten con grupos de mujeres de otras partes del mundo, la historia indica que podrían vencer.

En otro tiempo, el título de esta conferencia era “Rechacemos el feminismo contemporáneo”; pero después lo cambié. No creo que debamos rechazar el feminismo contemporáneo. Debemos reformarlo, corregir sus excesos, insistir en que se dé voz a las feministas moderadas y conservadoras, y luego contribuir a escribir el siguiente gran capítulo de la historia de la búsqueda de la libertad para las mujeres.

FUENTE: Aceprensa.

Este artículo es una traducción parcial del siguiente original: “What’s Wrong and What’s Right with Contemporary Feminism?” by Christina Hoff Sommers. Copyright © AEI, Washington, D.C., 2008. All rights reserved.